Petróleo y recuperación
Antonio Vincentelli
Expresidente de la Cámara Petrolera de Venezuela
La producción de petróleo de Venezuela ha caído de unos 3,3 MBD que se producían en el 2006 a menos del medio millón que se produce hoy. Un desplome sostenido sin igual en la historia del mundo petrolero. Recuperar la producción es un gran reto que incluye la reconstrucción de la infraestructura de producción, refinación y servicios. Esto requiere cuantiosos flujos financieros y ofrece grandes oportunidades para la generación de empleo y reactivación del aparato productivo nacional. Es necesario atraer inversiones, rescatar la confianza en el país y, lo más difícil, recuperar los mercados perdidos. Todo esto en tiempos de mucha competencia, de sobreoferta mundial de petróleo, con las energías limpias como un nuevo competidor fuerte y, por si fuera poco, sin capital. Sin duda un verdadero desafío.
Dentro de este contexto no podemos perder el norte, ni el optimismo. Si bien el mundo ha visto una caída de los precios y una reducción de la demanda de petróleo del orden de 8.3 MBD a causa del coronavirus, se espera que para el 2022 se habrán recuperado 6.5 MBD y retomado un ritmo de leve crecimiento por un tiempo más. Podemos prever que en los próximos 40–50 años el mundo consumirá tanto petróleo como en los últimos 120, mucho del cual está por descubrirse y desarrollarse. Por sus reservas, esto ofrece a Venezuela oportunidades ciertas, las cuales más que un problema de geología son un problema de confianza, leyes, impuestos y gerencia. El costo de producir nuestro petróleo es altamente competitivo si no lo hundimos en un laberinto de leyes e impuestos. Venezuela, si la juega bien, podrá disfrutar décadas de una intensa actividad petrolera con los beneficios al desarrollo nacional y generación de empleo que esta puede traer.
Ahora bien, la situación operativa, técnica y económica de PDVSA, sumada a su inmensa deuda, compromisos y pasivos ambientales, nos lleva a concluir que el camino de la recuperación de la producción requiere de la participación de nuevos actores que traigan la capacidad y los fondos necesarios para rescatar las áreas de producción. Este proceso requerirá que PDVSA ceda áreas al Ministerio para asignarlas a los nuevos operadores por la vía de rondas públicas y competitivas.
Recorrer este camino requiere antes que nada de una nueva Ley de Hidrocarburos (la actual no fue adecuada) cónsona con estos tiempos, que ofrezca condiciones legales y fiscales atractivas a la inversión. Es esencial que la ley sea clara y transparente y, por lo tanto, sencilla, deslastrándola de cantidades de requerimientos operativos y fiscales que la harían inviable para atraer la necesaria inversión. Debe contemplar una reducción y simplificación de impuestos y regalías acordes con las realidades del mercado mundial, aprovechando la ventaja que pueden ofrecer nuestros menores costos de producción, sin asfixiar su competitividad.
No veo razón para que la ley limite el porcentaje de participación de los operadores privados. Debe permitir que el inversionista sea el operador real y dejar en sus manos la libre comercialización internacional de su producción y el manejo de divisas. El inversionista rendiría cuentas directamente al Ministerio o preferiblemente a una dependencia de este focalizada en los hidrocarburos, responsable de la asignación y supervisión de los contratos operativos, separando a PDVSA de estas funciones, que sería un operador más.
Dado que la mayoría de nuestro gas está asociado a la producción de petróleo y su reinyección es necesaria para la producción del crudo, es lógico que la ley abarque los hidrocarburos líquidos y gaseosos, tomando las previsiones necesarias para áreas de puro gas, trasmitiendo claridad y evitando controversias que confundan a operadores e inversionistas.
Elevar la producción a niveles de hace 15 años tomará más de 8 años y demandará más de 100 mil millones de US$. Es un reto gigante y una gran oportunidad. La idea no es simplemente aumentar la producción y la renta en una vuelta al rentismo del pasado que no funcionó. La estrategia pasa por estimular el desarrollo del país apalancándose en la industria de bienes y servicios nacionales, con su creación de empleo y efecto multiplicador, el cual debe ser incentivado y promovido a lo largo de todo el proceso de recuperación y sostenimiento de la producción.
Lograr el bienestar de nuestra gente y rescatarla de la ignominia en que vive es la meta primordial de recuperar el país. Bienestar medido en calidad de vida, salud, educación, oportunidades y seguridad. Para esto no hay otra opción que crear empleo de verdad, productivo, digno y útil, con el optimismo, esperanza y alegría que este trae. Creando riqueza y produciendo más para todos, y en paz. El pasado nos muestra ejemplos exitosos cuando logramos participación de bienes y servicios de origen nacional por encima del 80% en proyectos de producción de petróleo y del 65% en los proyectos de refinación.
Retomemos el sendero del desarrollo y bienestar.
@CamaraPetrolera
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